HISTORIA
DEL MAGNETISMO
El magnetismo se conoce desde
la Grecia antigua como la propiedad de ciertos minerales como la magnetita
(llamada así pues se descubrió en la región griega llamada Magnesia) de atraer
trozos de hierro. Son los imanes naturales.
Parece ser que fueron los
chinos quienes usaron por primera vez los imanes como brújulas en el s.XII.
Petrus Peregrinus (Pierre de
Maricourt), un cruzado francés, en 1269 encontró que si se deja una aguja
libremente sobre un imán esférico, ésta se orientaba a lo largo de líneas que
pasan por puntos situados en extremos opuestos de la esfera. Por analogía,
establece los polos norte y sur del imán, y encuentra que el polo norte y el
polo sur se atraen, que polos iguales se repelen, y que al fragmentar un trozo
de magnetita, siguen apareciendo dos polos magnéticos.
En el s. XVI, William Gilbert
(médico de la reina Isabel), fabricó imanes artificiales frotando trozos de
hierro y de magnetita. También sugirió que el funcionamiento de las brújulas se
debía a las propiedades magnéticas de la Tierra.
Hay algunos seres vivos que
tienen imanes en su interior que funcionan a modo de brújulas. Es el llamado
biomagnetismo. Parece ser que a este fenómeno se debe la capacidad de
orientarse de las aves migratorias.
Algunas bacterias sintetizan
de forma natural granos de magnetita (óxido de hierro, de fórmula Fe3O4 ) con un solo dominio, que se alinean y dan lugar a
brújulas microscópicas, lo que les permite orientarse.
Se han encontrado cristales de
magnetita dentro del cráneo de la paloma, conectados a gran cantidad de
nervios. Gracias a ello, las palomas saben orientarse longitudinalmente al
campo magnético, es decir norte-sur y este-oeste, y también según la latitud,
es decir, según la inclinación de dicho campo. También se han hallado
sustancias magnéticas en otros organismos como las abejas, mariposas monarca,
los topos, las tortugas marinas e incluso en el tejido cerebral humano.
Una de las muchísimas
aplicaciones de los campos magnéticos son las bandas magnéticas de las tarjetas
de crédito, de teléfono… Éstas guardan la información a través de diminutos
dominios magnéticos. El lector consta de una pequeña bobina en la que se induce
una corriente eléctrica al paso de la tarjeta. Por ello, suele estropearse la
tarjeta cuando ésta se acerca a intensos campos magnéticos.
En la antigüedad a la magnetita se le atribuían muchas
propiedades. Se decía que curaba el reumatismo y la gota y que permitía hablar
con los dioses. En el siglo XVI Paracelso intentó utilizar el magnetismo para
curar enfermedades, aunque no logró nada. Todos sus supuestos éxitos se
debieron al efecto placebo. Incluso hoy en día también se nos intentan vender
pulseras magnéticas y otros artefactos como remedio para muchas dolencias,
aunque no hay ninguna constancia científica de sus ventajas.
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