Uno de sus hitos iniciales puede situarse hacia el año 600 a. C., cuando el filósofo griego Tales de Mileto observó que frotando una varilla de ámbar con una lana o piel, se obtenían pequeñas cargas (efecto triboeléctrico) que atraían pequeños objetos, y frotando mucho tiempo podía causar la aparición de una chispa. Cerca de la antigua ciudad griega de Magnesia se encontraban las denominadas piedras de Magnesia, que incluían magnetita. Los antiguos griegos observaron que los trozos de este material se atraían entre sí, y también a pequeños objetos de hierro. Las palabras magneto (equivalente en español a imán) y magnetismo derivan de ese topónimo.
La electricidad
evolucionó históricamente desde la simple percepción del fenómeno, a su
tratamiento científico, que no se haría sistemático hasta el siglo XVIII.
Se registraron a lo largo de la Edad Antigua y Media otras observaciones aisladas y simples
especulaciones, así como intuiciones médicas (uso de peces eléctricos en
enfermedades como la gota y el dolor de
cabeza) referidas por autores como Plinio el
Viejo.
Esas especulaciones y registros fragmentarios
son el tratamiento casi exclusivo (con la notable excepción del uso del magnetismo
para la brújula)
que hay desde la Antigüedad hasta la Revolución científica del siglo XVII;
aunque todavía entonces pasa a ser poco más que un espectáculo para exhibir en
los salones. Las primeras aportaciones verdaderamente científicas fueron realizadas
por William
Gilbert en el campo del magnetismo.
Las observaciones sometidas a método
científico empiezan a dar sus frutos con Luigi Galvani, Alessandro
Volta, Charles-Augustin de
Coulomb o Benjamin Franklin, proseguidas a comienzos del siglo XIX por André-Marie Ampère,Michael Faraday o Georg Ohm. Los nombres de estos pioneros terminaron bautizando las
unidades hoy utilizadas en la medida de las distintas magnitudes del fenómeno.
La comprensión final de la electricidad se logró recién con su unificación con
el magnetismo en un único fenómeno electromagnético descrito
por las ecuaciones de Maxwell (1861-1865).
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Frankenstein es una novela escrita por la escritora inglesa Mary Wollstonecraft Shelley (publicada
en 1918) . Si bien a primera vista puede parecer un cuento de Ciencia Ficción o terror, lo cierto es que en
ella se exploran temas como la moral científica, la creación y destrucción de
vida, y la tecnología intentando competir con Dios.
En el
año 1916 se produjo la erupción del volcán Tambora, y el hemisferio norte soportó
un largo y frío "invierno volcánico". Esta situación, junto a los
experimentos científicos levados a cabo por Luigi Galvani y los escritos de Erasmus Darwin seguramente influyeron en Mary
al momento de escribir “Frankenstein”.
De Galvani y sus experimentos
con músculos de batracios tomó la idea del poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes.
La
historia de Víctor Frankenstein,
un estudiante de medicina obsesionado por conocer "los secretos del cielo
y la tierra" y desentrañar "la misteriosa alma del hombre", pone
sobre el tapete la lucha entre la ciencia y la ética:
¿podemos hacer cualquier cosa, solo porque sabemos cómo hacerlo? Lo interesante
del caso es que ¡el escrito de Shelley está cerca de cumplir los 200 años de
edad!
Víctor
logra insuflar vida a cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes
obtenidas de varios cadáveres. La tecnología empleada, si bien no se detalla
en profundidad en el libro, es la que estaba de moda en el momento de escribir
la novela: la electricidad. Víctor
sabe como devolver un montón de piezas a la vida, y lo hace. No se pone a
pensar que va a pasar más tarde con su creación. Simplemente, ve la oportunidad,
tiene los medios y los conocimientos, y no duda en bajar la palanca que hará
fluir la electricidad por el monstruoso cuerpo para darle vida.
Cuando Víctor
Frankenstein se
da cuenta de las implicaciones que tiene lo que ha creado, rechaza el resultado
de su experimento y huye del laboratorio. Con una gran inocencia, cree que
simplemente negando lo que ha hecho, el problema desaparecerá por sí mismo.
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